Ultimamente se ha hecho popular un enigma de lógica que hasta un niño tailandés de 13 podría resolver (a ver... ¿no eran unas olimpiadas matemáticas? Ahí se apunta la juventud más aficionada a rayarse...) Y siguiendo enlaces a lo loco me he topado con muchos otros del mismo estilo. Aquí os dejo uno que me ha gustado especialmente por el momento Inception que se experimenta al resolverlo.
Unos monjes que estaban en el convento y recibieron un mensaje de que algunos
de ellos despertarían al día siguiente con una marca en forma de mancha
en la frente, y los que la tuvieran deberían salir de peregrinación
cuando tuvieran conocimiento de ello.
El problema estaba en que en el convento no había espejos ni se podían
ver reflejados en ningún sitio, y los monjes tenían voto de silencio y
no hablaban entre ellos, por lo que no podían advertir unos a otros de
que tenían la marca en la frente de ninguna manera. Los monjes se veían todos cuando se
reunían para cenar, pero no hablaban.
Tras siete días (siete reuniones en la cena), los que tenían la marca
salieron de peregrinación a la mañana siguiente, y los que no la tenían
siguieron en el convento, sin que nadie les dijera quienes tenían la
marca y quienes no.
Cómo supieron si les tocaba irse? Cuantos se fueron?
No es excesivamente difícil pero tiene un punto de recursividad en las suposiciones que lo hace interesante. Si no ponéis remedio en los comentarios tendréis segunda parte en breve.
3 comentarios:
Y como reciben el mensaje si no pueden hablar?
Ah, ya sé por revelación divina.
Yo repartiría collejas a los que tuvieran la mancha. Como los demás verían lo que hago, harían lo propio. Si alguien me da una colleja y no tiene los ojos ensangrentados (síntoma que no es por venganza), deduciría que yo también tengo la mancha. Todo esto podría hacerse la primera noche. Las seis restantes son para recuperarse del dolor de cabeza.
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