lunes, 24 de octubre de 2011

lOS cANALES dE mARTE

Hola Sukarrats, otra vez toca visita cultural y otra vez a un observatorio astronómico.

Esta vez, aprovechando que estaba en Milán por trabajo, aproveché para visitar el Observatorio Astronómico de Brera, situado en la Pinacoteca que lleva el mismo nombre de ese bonito barrio milanés. La pinacoteca, además de museo, cumple las funciones de escuela de arte, donde se enseña pintura, escultura y música. Aquí podéis ver uno de los talleres a los que pude asomarme. En el mismo edificio está la biblioteca con WiFi (pocos sitios en Milán) y que es una auténtica preciosidad con su estilo del siglo XVIII.

Bueno, centrándonos en la parte astronómica, el observatorio es famoso por ser uno de los más antiguos del mundo, en concreto se fundó en 1764 y el primer Direttori se llamaba Boscovich. Fue en esta época, en 1781, que se comprobó que el nuevo Singulari Cometa descubierto por Herschel en Inglaterra era en realidad el séptimo planeta, Urano. Esto fue gracias a los estudios de precisión que se llevaban a cabo en el observatorio, especializado en aquella época en elaborar mapas estelares a ojo, con la ayuda de un telescopio y un micrómetro. Otra de las "interesantes" tareas de la época consistía en realizar planos cartográficos de Lombardía para que la Emperatriz de Austria pudiera calcular los impuestos de los campesinos de la zona. Cosa que ganó mucho afecto de los astrónomos de la comunidad de la Lombardía.



Los días de gloria del observatorio vinieron posteriormente en 1860, con la creación de la República Italiana, y el nombramiento de Schiaparelli como director del mismo. Se construyó la cúpula que podéis ver en esta foto, de unos 4 metros de diámetro y con dos aperturas arriba y en el lateral. La cúpula podía rotar gracias a una manivela accionada a mano por un vasallo. En su interior, Schiaparelli situó un telescopio refractor acromático (2 lentes) fabricado en Munich por GeorgMerz , de 21cm de diámetro y 3 metros de longitud (f/14.5), situado encima de una pilastra de granito que llegaba 2 pisos más abajo y que no estando en contacto con el piso superior ni la escalera de caracol, aislaba el telescopio de los temblores del suelo al caminar (una brillante idea). Además la situó en el lado posterior del Palacio, lejos también de las vibraciones de los cascos de los caballos en los adoquines de la calle. Schiaparelli quiso que el centro consiguiera el mejor catálogo de estrellas dobles y a esto dedicaba las noches, anotando posiciones durante años y deduciendo durante el día las órbitas de las estrellas al girar... pero una noche de especial turbulencia decidió apuntar el telescopio al planeta Marte, que por aquella época estaba especialmente cerca de la Tierra y quedó asombrado con lo que pudo ver. A sus ojos, unos canales unían los diferentes mares que podían verse en la superficie de Marte. Descubrió también los casquetes polares. Dedicó muchas noches a esta observación haciendo gran cantidad de mapas y bautizando mares y canales. Aquello no podía significar otra cosa que una civilización avanzada estaba intentando aprovechar al máximo los recursos hídricos del planeta, escasos y dependientes de la fusión de los polos en verano. Todo un hallazgo que abría la puerta a la vida en otros planetas. Compartió aquel descubrimiento con la comunidad científica y el astrónomo americano Percival Lowell no hizo más que hinchar el descubrimiento. Tuvimos que esperar al viaje de las sondas Mariner en los años setenta para descubrir que aquellos mares no eran más que inmensos pedregales y que los canales no eran más que ilusiones ópticas provocadas por la resolución de aquellos telescopios y la habilidad que tiene el cerebro de conectar puntos en forma de un línea. Este efecto nos lo demostró la curator del archivo del observatorio al hacernos ver la página de un libro desde lejos. Así a lo lejos las páginas de un libro asemejan ristras de líneas, distinguiéndose no ya las letras, ni siquiera las palabras.

Schiaparelli, emocionado por su descubrimiento mandó construir otra cúpula de 8 metros de diámetro, donde situó un monstruoso telescopio de 50cm de diámetro fabricado también por Merz. Con este telescopio consiguió "ver" muchos más canales y hacer mapas aún más detallados.

Los días de gloria del Observatorio llegaron a su fin en la última década de 1800 cuando la revolución industrial llevaron el color gris característico a los días de Milán y las electricidad llenó la noche de Milán de luces. El propio Schiaparalli, entristecido escribió: "Siento que una época muy bonita llega a su fin". El observatorio se trasladó a Breanza en 1925 y allí está este último telescopio en fase de restauración. Como vestigio en Brera, queda la fabulosa Coppola a Fiore de 8 metros, en cuyo interior hay un proyector y sillas para ver películas... en fin. 

En la actualidad el observatorio se encarga de la custodia de los importantes datos meteorológicos guardados desde 1764 y que constituyen el archivo más antiguo de medidas de este tipo. Son de gran ayuda para el estudio del cambio climático. También desarrollan proyectos astrofísicos con la ayuda del telescopio VLT en Paranal, Chile y del Large Binocular Telescope del Roque de los Muchachos. Pero como nos dijeron los astrofísicos al cargo, se han convertido en astrónomos de salón.

Por último decir que me gustó mucho el sistema con el que el telescopio rotaba por las noches. Con un par de contrapesos y un mecanismo de relojería eran capaces de conseguir lo que actualmente se hace con motores eléctricos. El equilibrado perfecto del aparato hace que sea fácil de mover a pesar de su peso.